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Héroes del Bicentenario

  • Foto del escritor: Punto Seguido UPC
    Punto Seguido UPC
  • 29 nov 2020
  • 4 Min. de lectura

Los murales y altares del Centro de Lima, en memoria de Inti Sotelo y Bryan Pintado, héroes del bicentenario, fueron borrados por un grupo de vándalos. Al día siguiente, cientos de limeños pintaron y formaron varios más.

Escriben: Fairux Cabrera y Marcelo Olave.

La madrugada del 25 de noviembre, seis personas bajaron de un carro blanco de carga, en la cuadra 1 de la Av. Grau; con ellos llevaban rodillos, brochas y baldes de pintura blanca, se pararon frente al mural recordatorio de dos héroes nacionales, y, sin pudor alguno, trataron de borrar su memoria. Trazaron líneas de odio sobre sus rostros y desaparecieron. Ningún policía que resguardaba la seguridad nacional durante el toque de queda los vio. Se hicieron fantasmas. Pensaron entonces que de esa forma borrarían su historia de amor por la patria, que borrarían su recuerdo y que sentenciarían la impunidad de sus asesinos. Pero al amanecer se dieron cuenta de que habían despertado en un Perú diferente, con peruanos diferentes, que no estaban dispuestos a olvidar ni a perdonar. “Mural de Inti Sotelo y Bryan Pintado es vandalizado durante la madrugada”, titulaban los periódicos.


En pocas horas no solo se rehízo el mural de la Av. Grau, sino que se hicieron otros nuevos en honor a los últimos héroes de la patria. Se hicieron en las calles, en las plazas y en el espacio social que más usan los nuevos peruanos: el internet, en el que nadie jamás podrá borrar la historia. Victor Sanjinez García, por ejemplo, retrató el momento en que Inti y Bryan conocían a Bolognesi y a Grau. Elliot Tupac y Decertor, famosos diseñadores digitales, los inmortalizaron en Magdalena del Mar, sobre la fachada del Coliseo Aldo Chamochumbi. Se hicieron nuevamente vigilias y homenajes en Miraflores, en el centro de Lima, en Cusco, en Arequipa, en Tacna y todas las ciudades del Perú; cientos de peruanos prendieron velas, realizaron oraciones y siguieron reclamando justicia. Anibal Balcazar y MonoWild, dos artistas urbanos, congregaron a varios otros más para reparar el mural que había sido ultrajado, y para pintar varios más.


No estamos pintados. Varios artistas utilizaron su creatividad para plasmar sobre las calles la indignación y el reclamo de justicia.


Todas estas formas de recordarlos se esparcieron como una luz de esperanza que se propagó por todo el Perú. No solo pasó eso, sino que este nuevo Perú, que es vigilante, advirtió rápidamente que quienes habían cometido el acto vandálico de ultrajar la memoria nacional habían sido conducidos por el carro de Lucila del Pilar Olivos Portuguez, hija de Ludwin Olivos Milian, militante del partido Fuerza Popular, el partido político que más inestabilidad política ha causado en el Perú los últimos cinco años. Mientras más murales se borren, más murales haremos los peruanos: la herida sigue y seguirá viva.


Inti Sotelo y Bryan Pintado son los últimos héroes de la democracia y se unen a la larga lista de valientes peruanos que a lo largo de nuestros 200 años de república han dado la vida por el Perú. Esta vez el enemigo no era un conquistador, un invasor, un guerrillero o un terrorista; era un enemigo histórico, al que pocos le pararon el pecho como ellos: la tiranía. El 14 de noviembre, como muchos otros peruanos, ocuparon las calles para protestar en contra de quienes habían dado un nuevo golpe de inestabilidad al país. Con pocas armas: no más que unas pancartas y una profunda indignación, con las que defendieron su legítimo derecho a protestar. Lo defendieron con estoicismo, porque al frente, la Policía Nacional los trataba de reprimir. No pudieron callar sus voces de protesta, hasta matarlos. Solo así pudieron reprimirlos. A Bryan Pintado le cayeron once perdigones de plomo: cuatro en la cabeza, dos en el cuello, dos en el tórax y dos en el brazo derecho. Se ensañaron con él. Y a Inti Sotelo le cayeron cuatro en el pecho. Ambos murieron por la gravedad de sus heridas. El Perú sigue de luto.


Homenajes. A lo largo del país se armaron sitios para recordar a Inti y Bryan.


La tarde del 15, toda una cuadra del distrito de San Martín de Porres se llenaba de coronas, carteles de amigos, familiares y desconocidos que iban a darle el último adiós a Bryan Pintado. Hasta la policía llegó al lugar a brindarles el pésame correspondiente, pero nadie los quería. Fueron echados del lugar con gritos e insultos de los amigos y manifestantes que se encontraban fuera del velorio. No les quedó más opción que retirarse: al final, ellos habían sido los que lo mataron. Carlos Ezeta, el joven que le propinó un puñetazo al congresista Ricardo Burga, también se acercó al lugar, y, con un fuerte abrazo, le dio el pésame a la mamá de Bryan.


Unas horas después, en el Rímac, se veló a Inti Sotelo. Las coronas blancas, las sillas, los asistentes, las flores y las velas decoraban el alrededor del ataúd. Bandas folclóricas también se sumaron a cantarle el último adiós. Su madre aún estaba nerviosa y apenas podía mantenerse de pie. Por su parte, el padre de Inti se encontraba más sereno y declaraba a la prensa, pidiendo justicia para su hijo y a su vez agradeciendo lo que estaban haciendo por él, ya que Inti siempre quiso que conocieran su país, y todo el Perú lo terminó conociendo a él.

Nadie esperaba que los jóvenes alzaran la voz ante la crisis política que se estaba viviendo, ni mucho menos los creyeron interesados en su país. Los llamaron terrucos, pulpines y revoltosos. Pero eran todo lo contrario. Los jóvenes del bicentenario son estudiantes, trabajadores y deportistas, son la nueva generación que lucha por un país libre de corrupción, de racismo, homofobia y discriminación. No solo para ellos sino para las siguientes generaciones. La vida de estos dos jóvenes no quedará impune, las investigaciones ya están en curso y los culpables saldrán a la luz con nombre y apellido. Inti y Bryan siempre serán recordados por su lucha por librar a su país de la corrupción.

Perú unido. Cientos de peruanos se congregaron a homenajear, realizar oraciones y pedir justicia por los dos últimos héroes de la patria. Aquí, algunas escenas desde Arequipa, Cuzco y Lima.

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